Más allá de discusiones sobre lo estéril de la cumbre, del pobre manejo que de la misma hizo el Ejecutivo Federal a través de la Cancillería mexicana y otros aspectos ampliamente criticables del encuentro, hay un aspecto que parece haber pasado desapercibido por la atención pública.
Unas 2 semanas antes de eso, el Jefe de Gobierno del DF inauguró el III Congreso de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos, del cual no sólo emanó su ampliamente cuestionado galardón como "mejor alcalde del mundo 2010" (para el que votaron personas que no viven ni en la Capital mexicana, ni en México al menos) luego de haber pregonado que la ciudad de mal gobierna es una "ciudad de vanguardia", sino también su designación para hablar en la COP 16 a nombre de los mandatarios que se dieron cita a ese encuentro de alcaldes, solicitando a los países participantes que se les involucre en las acciones de combate al cambio climático.
A cualquiera con dos palmos de narices le debería resulta obvia la contradicción. Por una parte, al Jefe de Gobierno que ha deshecho a la Ciudad de México lo nombran mejor alcalde del mundo personas que no han estado sujetas a su mandato, y luego lo mandan a pedir injerencia en acciones de lucha ante el cambio climático, sin preguntarse qué tan grande será la huella de carbono que dejan sus pistas de hielo o sus playas artificiales.
Tampoco nadie parece haberse cuestionado el impacto ambiental que su proyecto de la Torre Bicentenario hubiera tenido (especialmente sobre el Bosque de Chapultepec, una de las pocas reservas que le quedan a la Ciudad), ni el que tendrá la "Supervía Poniente". Nadie reflexiona que ofrecer en renta bicicletas para andar en la Condesa, la Roma y la Zona Rosa no vale de nada contra la polución que provocan los cierres de avenidas por las obras que el gobierno de Ebrar ha llevado a cabo desde hace 4 años por todos lados, ni contra el que provocan las marchas y plantones que tolera o fomenta.
Es el clásico caso de llenarse la boca de las propias virtudes y pregonarlas a los cuatro vientos, pero siendo sólo de dientes para afuera. ¿Cuánto combustible fósil se consume para mantener congeladas sus pistas de hielo en una ciudad cuya temperatura máxima en diciembre rebasa los 20°C? ¿Cuánta energía eléctrica se requirió para mantener iluminado por 2 meses el "árbol navideño" que PepsiCola le patrocinó el año pasado en Paseo de la Reforma?
¿Es congruente todo ello con lo que debería ser el actual del "Mejor Alcalde del Mundo 2010" y que se postula como paladín de la acción local contra el cambio climático?
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