jueves, 10 de febrero de 2011

Sobre el Despido de Carmen Aristegui


A riesgo de contribuir al incremento en la ya de por sí inmerecida atención mediática que el despido de Carmen Aristegui por la radiodifusora MVS ha recibido, sólo se pretende dejar al lector con algunas reflexiones importantes al respecto. Las consideraciones de género no deben tener cabida aquí; en esto no van simpatías por el sólo hecho de ser mujer y haberse logrado ganar un lugar destacado y alguna mesura de admiración o incluso respeto en el medio.

Al caso debe negársele todo ápice de atención adicional a la que ya recibió porque no es conveniente para México que se convierta en estandarte de la libertad de prensa y la libertad de expresión. El caso de Aristegui-MVS y Presidencia de la República Mexicana no es igual que el de Radio Caracas Televisión y Hugo Chávez. Verdaderamente no se trata de censura, sino de una reacción natural a un trabajo mal hecho, o incluso a la falta de Aristegui en hacer su trabajo.

Medite un poco el lector sobre lo siguiente: en México ya hubo un "toalla-gate", que le tocó a Martha Sahagún. Recientemente al Oficial Mayor de la Asamblea Legislativa del DF le tocó un "mueble-gate". Si el Presidente de México realmente fuera alcohólico, ¿no es de suponerse que hubiera habido ya un "botella-gate"?

Aristegui se ha caracterizado por ser más activista que comunicadora; por llenar su espacio más con consideraciones propias y, por ende, subjetivas, que con información objetiva que aporte al criterio de su público. No formaba opiniones, sino que las encauzaba en la misma dirección que las suyas propias. Eso no es informar.

Una comunicadora seria se hubiera avocado a investigar, a consultar fuentes públicas y privadas para obtener datos o conocer hechos que arrojasen luz sobre el tema; ella simplemente se limitó a darle reflectores a Gerardo Fernández Noroña y a repetir lo que había leído en redes sociales como twitter y facebook.

Antes de seguir pregonando que lo que le pasó a Aristegui fue un acto de censura, y no un despido tan merecido como el de cualquier otra persona que no hace su trabajo, el público debe preguntarse lo siguiente: ¿realmente se merece un noticiero de radio nacional y un espacio en televisión de paga una señora que sólo va a repetir lo que lee en twitter y facebook?

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