jueves, 8 de octubre de 2009

ARTE Y VIOLENCIA SEXUAL

Maite Reyes Retana

Estuve en París hace algunos años. Ahí, en una enorme y fantástica librería, me encontré con que la novedad literaria era una novela sobre un pedófilo. El libro, en la portada, incluía una advertencia sobre su contenido, por decir lo menos, espinoso. La solución me pareció atinada: no se reprimió la libertad de expresión del escritor, pero se reconoció que el tema expuesto era delicado.
Ni siquiera me acuerdo del título de la obra, pero me impactó el hecho porque nunca había visto algo así, ni lo he vuelto a ver.
Esto viene a cuento por la polémica que se ha desatado en torno a la filmación de la película basada en el libro Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez. En el texto, el Nobel relata la historia de un viejo de 91 años que paga a una madrota para que le consiga a una niña virgen de 14 años, para celebrar su cumpleaños.
La lenona le ofrece a Delgadina, una niña virgen, que es entregada al cliente drogada, para soportar la violación. Para darle un giro romántico a la historia, el viejo se enamora de la niña puta.
La Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas para América Latina y el Caribe presentó una denuncia contra los implicados en el proyecto porque, según su presidenta, la película "haría apología de la prostitución infantil, corrupción de menores y violación de una niña de 14 años".
Los reclamos de los grupos que luchan contra la trata de niñas y mujeres han sido, mayoritariamente, descalificados. He leído, tanto en Facebook como en los comentarios que hacen los lectores de las versiones digitales de los periódicos, que tal actitud es retrógrada y fundamentalista, opuesta a la creatividad artística.
Sin duda, no les falta razón a estos comentarios: un artista debe poder expresarse como le venga en gana. Escribir o leer sobre pedofilia no lo vuelve a uno pedófilo. El problema es que el tema se normaliza o, peor, se romantiza.
Si uno se acostumbra a ver como normal la historia de amor entre un hombre de 91 años que compra a una niña drogada sin escandalizarse, no debería de llamarnos la atención que la violencia contra las mujeres siga cobrando cientos de víctimas en el mundo.
Más o menos la misma reacción generó la detención de Roman Polanski. Cineastas, intelectuales y el gobierno francés se lanzaron a la defensa apasionada del director, sin tomar en cuenta que violó a una niña de 13 años y huyó de Estados Unidos, después de declararse culpable.
Pedro Almodóvar, Woody Allen, Jean-Jacques Annaud, Monica Bellucci, Ettore Scola, Martin Scorsese, Giuseppe Tornatore, Wim Wenders, entre muchos otros, firmaron la petición de la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos (SACD), entidad francesa que manifiesta indignación porque la detención se produjo mientras Polanski, de 76 años, se dirigía al Festival de cine Zúrich, que este año programaba una retrospectiva en su homenaje.
Sé que los casos no son comparables: Polanski violó a una niña, García Márquez solamente escribió sobre una violación. El primero es un delincuente, el segundo obviamente no. Sin embargo, no debemos normalizar la violencia y, mucho menos, justificarla porque el violento sea un cineasta famoso. La genialidad artística no justifica una violación.
Y, en el caso de García Márquez, ¿no sería posible, como en el caso de la librería francesa, simplemente advertir sobre el contenido pedófilo de la obra?

No hay comentarios:

Publicar un comentario