jueves, 29 de octubre de 2009

PROSTITUCIÓN EN EL DF

Maite Reyes Retana

La PGJDF rescató a 7 niños que eran explotados sexualmente, detuvo a 14 adultos por lenocinio y cateó 5 hoteles en la Colonia Guerrero, en los que los menores eran prostituidos. Según agentes de la Procuraduría, podrían existir casos de niños menores de 5 años obligados a prostituirse.
Por supuesto que es de celebrar que se hayan realizado estas detenciones, aunque parezcan pocas. Sin embargo, mientras exista entre la sociedad la idea de que la prostitución es “normal” o “inevitable”, estos no serán casos aislados.
Evidentemente, no se pueden tratar de la misma manera la prostitución infantil y la adulta, pero el peligro es aceptar que una niña de 18 años se prostituya. El problema es la prostitución, la violencia de género que representa.
Porque, al mismo tiempo que estas niñas son rescatadas, Julio César Moreno, diputado local del PRD, declaró que replanteará el contenido de la Ley de Trabajo Sexual en la Vía Pública, iniciativa que impulsó en 2005.
En 2007 los grupos parlamentarios de PRD y Alternativa también presentaron una iniciativa en torno al mismo tema, la de Protección al Sexoservicio en el Distrito Federal.
A la fecha, ninguna ha prosperado, y la razón es sencilla: no hay claridad, ni en los asambleístas ni en el Gobierno del DF, acerca del régimen legal que están proponiendo. Es oportuno recordar que, en el DF, la prostitución no está prohibida; sin embargo, la fracción 7 del artículo 24 de la Ley del Cultura Cívica establece como infracción a la norma el “ejercer, promover o solicitar el servicio de prostitución”, siempre y cuando exista una queja vecinal.
Existen, en el mundo, tres modelos legales para regular la prostitución, reglamentarismo, prohibicionismo y abolicionismo. Suecia creó un nuevo modelo, que penaliza al cliente.
En México, el debate se da en torno al reglamentarismo y el abolicionismo, por lo que me concentraré en estas posturas.
El reglamentarismo, como su nombre bien lo indica, deja al estado el control de la prostitución. Las mujeres trabajan en zonas específicas, pasan controles sanitarios y están censadas. El caso más famoso de un país reglamentarista es Holanda, en donde las prostitutas pagan impuestos y tienen, pues, derecho a la seguridad social.
Según esta teoría, la prostitución debe ser reconocida como cualquier otro trabajo ya que, al hacerlo, se “dignificaría” a las mujeres prostituidas.
El abolicionismo, corriente con la que coincido, sostiene en cambio que la prostitución es siempre explotación, puesto que es consecuencia y reflejo de la desigualdad entre mujeres y hombres y entre clases sociales.
La prostitución es una de las formas más graves de violencia, humillación y denigración de la mujer. De hecho, la ONU le negó la categoría de trabajo, ya que no reúne las condiciones de dignidad y respeto humano que tiene que contener toda actividad laboral.
¿Esto va a terminar cuando la ley las reconozca como “trabajadoras”? ¿Estar confinadas en zonas de tolerancia las va a salvar de la discriminación? ¿Van a desaparecer los clientes violentos? ¿Quien va a salir dignificado, la prostituta o el proxeneta, que se convertirá en un próspero empresario del sexo?
Reglamentar la prostitución equivale a legitimar la violencia contra las mujeres, y a perpetuar la idea de que es “inevitable”. De ahí a que los clientes busquen prostitutas cada vez más jóvenes sólo hay un paso.

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