miércoles, 11 de febrero de 2009

¿Que México No es un Estado Fallido?

Antes y después de la toma de poder de Barack Obama como Presidente de los EE.UU.A. corrieron dichos y rumores sobre la opinión de organismos de inteligencia de aquél país que consideraban a México un Estado fallido, con una peligrosidad como la de Afghanistán y otros, insinuando el riesgo de una posible intervención, de una u otra forma, por parte de las autoridades estadounidenses en nuestro país para acotar la delincuencia rampante.

En su discurso de despedida del cargo, Mr. Tony Garza desdijo tales comentarios; la Secretaria de Estado del vecino país del norte ha hecho lo propio; pero por mucho que allá tratan de echarnos la mano con las relaciones públicas, aquí nos encargamos de embarrarnos más solitos (recuerdan el chiste de la cubeta de cangrejos mexicanos?). Como reporta el diario Reforma, el Presidente de la Cámara de Diputados, César Duarte se manifestó a favor de que se considere el "estado de excepción", técnicamente denominado como suspensión de garantías y regido por el artículo 29 constitucional, para contener la situación de violencia e inseguridad que sacude al país.

El comentario no es gratuito; consideremos que el Diputado Duarte es de extracción Priista, y naturalmente como oposición es lucrativo pegarle al partido en el gobierno, más cuando su propio partido perfila fuertemente a, por lo menos, un candidato sumamente visible.

En cualquier caso, es importante analizar qué es el "estado de excepción", mismo que, si la memoria no me falla, no ha sido aplicado en nuestro país desde la presidencia de Tata Lázaro, a quien le tocó gobernar el país durante la Segunda Guerra Mundial. Como decía, la suspensión de garantías es regida por el artículo 29º de la Carta Magna, de acuerdo con el cual "en los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, de acuerdo con los Titulares de las Secretarías de Estado y la Procuraduría General de la República y con la aprobación del Congreso de la Unión y, en los recesos de éste, de la Comisión Permanente, podrá suspender en todo el país o en lugar determinado las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación; pero deberá hacerlo por un tiempo limitado, por medio de prevenciones generales y sin que la suspensión se contraiga a determinado individuo. Si la suspensión tuviese lugar hallándose el Congreso reunido, éste concederá las autorizaciones que estime necesarias para que el Ejecutivo haga frente a la situación; pero si se verificase en tiempo de receso, se convocará sin demora al Congreso para que las acuerde."

Palabras más, palabras menos, en escenarios tan catastróficos como los que se refieren el Presidente tiene que sacarle el visto bueno a su gabinete para pedirle al Congreso permiso para suspender garantías como, por ejemplo, la libertad de reunión, porque no vaya a ser que la reunioncita en la casa de alguien sea en realidad para organizar un golpe, o la de tránsito, porque no vaya a ser que vayas de compras a Sudamérica cargando armas de fuego, o que se te ocurra irte a acampar con terroristas a ver qué encuentras, o la de expresión, porque no vayas a cantar o radiodifundir narco-corridos, etc. Diversos juristas han discutido desde principios del Siglo XX si es que se pueden suspender todas, o sólo algunas garantías, y en qué medida; vean, por ejemplo, los escritos de Emilio Rabasa, o de Ignacio Burgoa.

Es decir, es un mecanismo jurídico para que las garantías individuales que la constitución nos otorga no sean impedimento para que las fuerzas del orden hagan lo que sea que se tenga que hacer como mejor puedan para contener la situación. Por ejemplo, tampoco se necesitaría orden de cateo para registrar el domicilio de alguien, ni orden judicial para intevenir sus comunicaciones. Consideremos que la constitución mexicana está basada, entre otras, en la constitución estadonidense de 1776, que parte de la base de acotar al Estado en protección de los ciudadanos; la suspensión de garantías acota a los ciudadanos en protección del Estado.

Políticamente, por contra, es el mecanismo por el cual el Presidente, y todos sus compañeros, aceptan públicamente ante el Congreso que no pueden con el paquete, y le piden permiso a este, encabezado por un Priista en Diputados y un Panista en Senadores, que les den chance de brincarse las trancas para resolver la situación.

Ahora, en cuanto a lo fallido del Estado mexicano, de entrada está de más atribuírselo exclusivamente al PAN, que lleva 9 años en Los Pinos, contra el PNR y el PRI, que sumaron 70 años en la presidencia. Sin embargo, no podemos negar que nuestro Estado es uno cuyas instituciones con trabajos funcionan, incapaz de crear una economía que dé empleo y sustento a su propia población, la cual debe padecer penurias indecibles para sobrevivir y, que además, ha sido incapaz de construir una identidad y orgullo nacional sólidos. Para muestra, el caso de Julio Preciado, quien el mes pasado olvidó la letra del himno nacional al pretender cantarlo al inicio de un partido de beisból en la Serie del Caribe, además de que como que lo quiso hacer cual los estadounidenses, que le meten su "onda", "feeling" o estilo al suyo, no obstante que conforme a la Ley del Escudo, Bandera e Himno nacionales, está estrictamente prohibido alterar la letra o música del Himno Nacional y ejecutarlo total o parcialmente en composiciones o arreglos (¿que no somos un Estado fallido? ¡si ni la ley del Escudo, Bandera e Himno se aplica!).

Lo peor, no es el primero: ¿se acuerdan de cuando al muy sonriente Jorge "Coque" Muñiz también se le olvidó el himno antes de una pelea de box? Y eso que nos lo enseñan desde niños, y eso que de 10 estrofas originales, sólo se cantan 4, con 2 coros intercalados. ¿¡Estos zoquetes se aprenden sus canciones de porquería, pero no se pueden aprender el himno de su patria!? Los estadounidenses serán lo que quiera uno, se pondrán su bandera de calzones, pero jamás he estado en un acto público en que no se canten su himno nacional completo, bien y bonito.

Una vez turisteando en unas ruinas prehispánicas, donde el guía demostraba la acústica a un grupo numeroso de turistas japoneses, estos se pusieron a cantar; cantaban muy bien, parejos (¿han escuchado como suena nuestro himno en voz de nuestros paisanos en los partidos del mundial, o en las paraolimpiadas?), entonaditos y muy solemnes . Bueno, cuando terminaron todos los visitantes les aplaudimos y no pude evitar preguntarles qué pieza de ópera habían entonado. El señor, muy circunspecto, me dijo en inglés "no era una ópera, era nuestro himno nacional".

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