lunes, 4 de mayo de 2009

Colorín, Colorado (Descolorido) ... el cuento no se ha terminado ...



El día de hoy que vi en las noticias a Marcelo Ebrard presentando su "semáforo" para la alerta epidemiológica (ojo fashionistas, que ya impuso como colores de la temporada el verde, amarillo, naranja y rojo "plus"), fue inevitable que me vinieran a la mente recuerdos de cuando en el 2001 otro mandatario sacó un sistema similar para graduar niveles de amenaza terrorista en el país que regenteaba.


El paralelismo es lamentable: dos mandatarios (aunque guardadas proporciones y que siendo uno nacinoal y local y otro federal y extranjero) superados por las circunstancias tratando de mandar el mensaje y dar la imagen de que sus gobiernos estaban actuando para atender la emergencia, en ambos casos con pingües y encontrados resultados. De ninguna manera pretendería defender a George W. Bush (las críticas en el documental de Michael Moore sobre "9/11 Farenheit" son incontestables), pero la verdad es que no creo que nadie jamás se haya imaginado algo como el 9/11 (ni aún mirando la película "The Siege" -ver nota sobre "Lo Bueno, Lo Malo y Lo Feo de la Nueva de Obama), lo cual por definición hacía a ese escenario imprevisible.


En el caso de la influenza porcina (nombre políticamente correcto: virus A H1N1), por contra, el tema podría haber indiscutiblemente sido manejado mucho mejor, porque ya se había tenido una experiencia internacional similar con anterioridad: la epidemia de gripe aviar y el SARS en China. Pero como reza el refrán, nadie escarmienta en cabeza ajena, y visiblemente nadie ni en el gobierno federal ni el el local le destinó siquiera un poquito de tiempo a pensar en cómo deberían reaccionar las autoridades mexicanas ante un escenario similar en nuestro país. Plan DN-3 para inundaciones y sismos, pero las autoridades carecen de la sofisticación para dimensionar escenarios como el que estamos viviendo. Además eso del semáforo ni aporta nada ni es nuevo en México; ahí tiene desde hace más de 13 años el semáforo de alerta volcánica para el Popocatépetl, por ejemplo.


La seguridad social a la que tantos millones de trabajadores y patrones mexicanos han pagado cuotas durante décadas está en la calle (desde el sexenio pasado se había revelado su quiebra técnica); en fechas recientes se han hecho declaraciones que evidencian no sólo la insuficiencia de los insumos en la salubridad pública, sino la obsolescencia del equipo (alguien dijo a Carmen Aristegui que el equipo en la mayoría de los hospitales del IMSS -los que lo tienen- data de los '60s) y la incompetencia de los médicos que ahí laboran (testimonios de derechohabientes con malos diagnósticos y peores tratamientos; cualquiera que haya tenido un familiar atendido en el Seguro Social podrá confirmar mi dicho).


Resalta además la absoluta incapacidad de México para producir los medicamentos y, más aún, las vacunas necesarias para la atención del brote; la siguiente nota del Universal da cuenta sobre como fue que desde los '70s las áreas capaces de tal labor fueron desmanteladas hasta su nulidad, y que sólo el gobierno de Calderón ha empezado a tomar medidas al respecto hace un año. http://www.eluniversal.com.mx/nacion/167693.html


Ello me hace cuestionarme sobre en qué es soberano México: ¿en seguridad? Ahá, y por eso tenemos que pedir apoyo de los EE.UU.A. para combatir al crimen organizado. ¿En alimentación? Claro; seguramente por eso millones de mexicanos padecen desnutrición e importamos grandes cantidades de alimentos. En salud, ya quedó claro que no, pues no sólo tuvimos que recibir donativos de equipo médico y de diagnóstico para atender esta contingencia, sino que, además, cuando salga la vacuna para la influenza porcina vamos a tener que formarnos para comprársela a otro países. ¡¿Entonces cuál soberanía es la que tenemos?!


En cualquier caso, la emergencia nos ha confirmado a todos los mexicanos la impotencia e incompetencia de nuestras autoridades locales y federales para enfrentar este tipo de dificultades, y ha puesto en entredicho a nuestro país a los ojos del mundo. El saldo: paranoia colectiva en el DF y otras partes del país, rechazo a México y a los mexicanos en el exterior, así como pérdidas inconmesurables e irreparables a las industrias de la hospitalidad, turismo y entretenimiento, que en muchos casos jamás se recuperarán de esta.

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