miércoles, 6 de mayo de 2009

Reclusas

Maite Reyes-Retana

Durante las vacaciones forzadas, a las que nos sometió la influenza, tuve oportunidad de ver un muy buen documental llamado Mujeres Invisibles y elaborado por la Fundación Unidas para Ayudar A.C., con financiamiento de INDESOL.
El documental explora las condiciones de vida de las reclusas de Santa Martha Acatitla, y plantea cuestionamientos importantes acerca del modelo de rehabilitación que el centro penitenciario ofrece.
No sobra pues hacer un repaso de la realidad de las mujeres en reclusión, absolutamente invisibilizadas y marginadas de la sociedad.
El encarcelamiento es el método que se han dado todas las sociedades, en todas las épocas, para apartar de la población a los elementos nocivos. Sin embargo, la concepción del sistema penitenciario ha ido cambiando a lo largo de los siglos.
Los aztecas, por ejemplo, encerraban a los delincuentes en jaulas de gruesos maderos antes de dictarles sentencia, como describe Fray Diego Durán: “Había una cárcel, a la cual llamaban en dos maneras, o por dos nombres, El uno era cuauhcalli, que quiere decir “jaula o casa de palo” y la segunda manera era “petlacalli', que quiere decir ”casa de esteras”. Estaba esta casa donde ahora está la casa de los convalecientes, en San Hipólito. Era esta cárcel una galera grande, ancha y larga, donde de una parte y de otra, había una jaula de maderos gruesos, con unas planchas gruesas por cobertor, y abrían por arriba una compuerta y metían por allí al preso y tornaban a tapar, y ponianle encima una losa grande; y allí empezaba a padecer mala fortuna, así en la comida como en la bebida”.
La situación no era mucho mejor en la Europa medieval. Cuenta Fernando Vallejo, autor de La Puta de Babilonia, en entrevista publicada en Proceso: “Inocencio IV autorizó la tortura y las cámaras de la Inquisición se convirtieron entonces en mazmorras del infierno. A los acusados los encerraban en celdas aislados, les impedían ver a los familiares y les ocultaban los nombres de sus acusadores. Al que no confesaba pronto le aplicaban como aperitivo las empulgueras, unas abrazaderas que se cerraban con un tornillo y que iban triturando y dislocando dedos. ¿No confesaba? Lo pasaban entonces a las botas quiebratibias, para sentarlo luego en la silla ardiente a descansar: una silla con una hornilla bajo un asiento metálico erizado de clavos afilados que se calentaban al rojo vivo (…) O le desencajaban las mandíbulas abriéndoselas hasta lo máximo…”
Fue hasta el siglo diecinueve cuando se planteó la idea del correccionalismo y la readaptación del delincuente, partiendo de la base de que las condiciones de cada individuo son causa del delito y que, si estas condiciones se corrigen, también lo hará la conducta del individuo.
Ya en el siglo veinte, la protección de los derechos humanos de los presos, así como su derecho a ser rehabilitados, se convirtió en la constante.
Si bien las cárceles modernas tienen como su función principal la readaptación social, es necesario, para lograrlo, tomar en cuenta las necesidades específicas de las mujeres. En su Diagnóstico sobre la situación de los derechos humanos en México, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos denuncia la falta de un enfoque de género en el sistema penitenciario, lo que “...se ve reflejado en la aplicación inequitativa de los distintos instrumentos, tanto legales como administrativos, y de prácticas discriminatorias en el acceso a la defensa y representación legal por parte de las mujeres.” (2003).
De los 450 penales construidos en México, únicamente 13 están destinados a mujeres y 259 son “mixtos”. Además, los penales femeniles son espacios reducidos, en su mayoría anexos de los penales masculinos.
Según un diagnóstico elaborado por el Instituto Nacional de las Mujeres, en 2005, “las relaciones que se establecen entre las reclusas y los presos reproducen el sistema tradicional que prevalece en la sociedad, en el que las mujeres son el objeto sexual de los hombres, así se observan sucesos y eventos (fiestas, bailes) en los que se instituyen prácticas de abuso sexual como la prostitución...amén de la tendencia a reducir las actividades de las mujeres al lavado de ropa, la elaboración de alimentos, labores de aseo, etc, al servicio siempre de los varones, en una franca reproducción del rol de género estereotipado aun dentro de la prisión”.
Un buen tema para discutir en esta época post epidemia, no?

4 comentarios:

  1. Hola Maité.

    Creo que para poder dar una idea del problema falta información, por ejemplo las cifras en cuanto a la cantidad de reclusorios no dicen nada si no sabemos cuantos reclusos son hombres y cuantos mujeres, además del tipo de delitos cometidos,ya que en función de éstos será el tiempor de reclusión y por ende la necesidad de espacios. Señalas que el comisionado de naciones unidas informó sobre prácticas inequitativas en el acceso a la defensa de las mujeres,esto me parece una tontería, en realidad el acceso a la defensa jurídica es más un asunto de recursos económicos que de género, con buenos abogados sales libre. Finalmente, me parece estúpido el diagnóstico del Instituto de las Mujeres, cuando dice que las relaciones entre reclusas y presos son las que prevalecen en la sociedad, ¿tienen pruebas de que actualmente en la sociedad prevalece el modelo?, a lo mejor el tema de debate sería si de ser cierto eso,¿cual es la estrategia a seguir para cambiarlo?, y ¿cuales los tiempos para lograrlo?, creo que los millones de pesos que tiene ese instituto deben servir para algo más que algunos estudios y posters en el metro.

    saludos

    adolfo bolaños

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  2. Adolfo:
    en el informe de la CDHDF sobre reclusorios vienen todas esas cifras (número de reclusos, hombres y mujeres), penas, edades, etc. Simplemente, me pareció que iba a ser muy pesado mi comenatario si las incluía. Te doy algunas:
    En febrero de 2005, según cifras de la Secretaría de Seguridad pública Federal, el total de la población penitenciaria en el país era de 198, 696 internos, de los cuales 188, 883 eran hombres (95.06%) y 9, 813 mujeres (4.94%).

    De los 450 penales construidos en México, únicamente 13 están destinados a mujeres y 259 son “mixtos”. Además, los penales femeniles son espacios reducidos, en su mayoría anexos de los penales masculinos.

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  3. Maite:

    El tema de los reclusorios femeninos tienen un valor y una complejidad orque es de lo que nadie quiere hablar o escribir. Por supuesto que es muy importante destacar el tema de la infraestructura y como siempre el problema radica en cómo llegar al punto de equilibrio entre un penal con condiciones infrahumanas tipo la Isla del Diablo de la célebre novela y película "Papillon" y otro tipo centro vacacional o de recreación femenil muy clásicos en México.

    Como la tipología delictiva y los análisis criminológicos indican que el grado de peligrosidad es menor que el de los varones aunque esta tendencia está cambiando. Resulta por demás urgente conocer con todo detalle y por cada penal o reclusiorio femenil, cuáles fueron los delitos cometidos y ameritaron su ingreso a prisión. Para a partir de esta información realizar una serie de análisis e investigaciones más profundas

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  4. Caronte:
    estoy totalmente de acuerdo contigo: es un tema del que nadie quiere ni hablar ni escribir. Y existen pocos estudios al respecto

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